web analytics

Filosofía Sueca

Hasta que me casé, había vivido feliz en la completa ignorancia de lo que, para mis adentros, y haciendo gala de una gran injusticia para con los nativos de ese país, – por los que, dicho sea de paso, siento un proverbial respeto – he dado en llamar Filosofía Sueca. De soltero, cuando necesitaba una cosa, simplemente la compraba en el negocio más cercano, la primera vez que la encontraba, sin mirar cien millones de precios ni comparar cuarenta y siete negocios distintos. Una de las tantas cosas que descubrí, lleno de asombro y admiración, al casarme, es la increíble capacidad femenina de comparar mentalmente una matriz de precios, detalles minúsculos de los artículos y las tiendas en las que los venden que haría reventar al Excel, e incluso a algunas de las más potentes bases de datos relacionales. Su habilidad es tan natural que se sorprenden cuando uno se exaspera en una góndola de un hipermercado en la que hay ciento diecisiete marcas de atún, y después de mirar atentamente durante nueve minutos eligen sin vacilar la más barata, y que a su vez tiene el pitorrito de abrir la lata diferente y la fecha de vencimiento más lejana, teniendo en cuenta los domingos y festivos a partir de hoy.

Otra de las cosas que descubrí, y que a diferencia de la anterior en lugar de enriquecer mi vida la ensombreció, fue la existencia de IKEA. Como en Argentina no existe (aunque sospecho que la mayoría de mis compatriotas han oído hablar de semejante despropósito), me permitiré unas líneas para describirlo. IKEA es una conspiración internacional dirigida por Suecos, que además de usurpar sin derecho los colores de Boca, de alguna forma oscura, con prácticas que no pueden ser legales ni sanas, consiguió convencer a las mujeres del primer mundo de que la mejor relación calidad-precio para casi todo está allí. En las Uropas es una auténtica fiebre. Solamente en Barcelona existen dos, enormes, que siempre están llenos de gente que camina más lento que uno. Las tiendas IKEA son una especie de mega-almacén gigante, con la terrible y opresiva particularidad de que uno no puede deambular por ella como lo haría en un hipermercado cualquiera, sino que está condenado a hacer lo que yo llamo el caminito de la muerte, que es un sendero serpenteante y laberíntico que obliga a recorrer la tienda en una sola dirección y sentido, sin dejarse sin ver ni siquiera un puto tenedor.

Durante el recorrido por el caminito de la muerte, uno tiene que ir anotando en un papel un código críptico que indica las coordenadas donde podrá encontrar más adelante los productos que busca, correctamente embalados para su transporte. Mientras tanto, los productos pequeños e inútiles como paquetes de cien velas, farolillos, cubiertos, pelotas de gomaespuma, cajitas de cien mil tamaños diferentes, lámparas pequeñas y casi todo lo que uno pueda imaginar, están disponibles y al alcance de la mano. Como resultante de esto, cuando uno llega al final del recorrido y tiene apuntado en el papelito las coordenadas misteriosas de las dos cosas que motivaron el viaje a la tienda (una mesita Ströblem y un estante Ferömbursker, o algo así, que mi mujer sabe perfectamente), ya lleva una bolsa enorme de cosas inútiles y baratísimas que suman como mínimo ciento cincuenta euros, y que nunca hubiésemos comprado de haber podido ir directamente a buscar lo que veníamos a comprar (la mesita Ströblem y el estante Ferömbursker). Además, hemos tardado una hora y cincuenta minutos, nos han pisado catorce viejas y un número impar mayor a once de carritos nos han pasado por encima de cada pie, y eso sin contar una ingente cantidad de empujones y esperas. Cuando creemos que lo peor ya pasó, entonces hay que recoger la mercadería. El depósito parece el lugar donde guardaron el Arca Perdida de Indiana Jones. Hay estanterías de ocho metros de altura, repletas de cajas todas iguales de productos que tienen nombres indistinguibles en sueco (aunque de alguna forma fantástica las mujeres han desarrollado también la sorprendente facultad de recordar esos nombres sin ningún esfuerzo). Entonces miramos desolados el papelito que pone: pasillo 23 góndola 12 estante 3, código de producto 803.20151.154565.12. Llegamos al sitio y hay quinientas cajas iguales con números parecidos, y además, pesan entre cuarenta y ochenta kilogramos, y no hay nadie capaz de echarnos una mano ni orientarnos, porque los gurús suecos del bajo coste han decidido que para que haya precios bajos es fundamental que en una tienda de doscientos mil metros cuadrados no existan más de quince empleados, y que además lo tiene que armar el cliente.

A riesgo de una hernia cargamos las cajas de embalaje y, al llegar a la caja nos encontramos con la agradable sorpresa de que, cuanto más dinero cuesten los muebles que estamos comprando, más caro será el transporte, y por supuesto, aunque ya lo sabíamos, mayor el esfuerzo para armar el objeto tan deseado.

Me estoy yendo por las ramas. No quería hablar de IKEA, sino solamente utilizarlo como ejemplo de Filosofía Sueca, ya que, ni los productos son de gran calidad (más bien aceptables), ni en realidad resultan más baratos, pero sin embargo todos el mundo civilizado está convencido de ambas cosas, y además creemos que lo son porque tenemos que cargarlos, transportarlos, subirlos a casa, desembalarlos, armarlos y deshacernos de unos embalajes que son aún más difíciles de tirar que las cajas de pizza, aunque parezca increíble.

Y si miramos un poco alrededor, resulta que está lleno de agentes en nuestra vida que emplean la Filosofía Sueca, como por ejemplo los restaurantes de comida rápida, las estaciones de servicio e inclusive la administración pública. Hago cola, me lo sirvo, limpio la bandeja y al final pago como en un sitio en el que me hubiesen atendido bien. El arte de complicarle la vida a los consumidores, pero haciéndolos felices, que crean que es más barato y que están contribuyendo con el cuidado del planeta, y de paso que combatimos la pobreza, luchamos contra el cáncer y el alzhéimer, donamos el 0,7% para el tercer mundo y además tenemos guardería.

No me gusta la Filosofía Sueca, pero reconozco que es un gran invento.

Enlace permanente a este artículo: https://aprendizdebrujo.net/2009/09/04/filosofia-sueca/

Deja una respuesta

Tu email nunca se publicará.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.