El Aprendiz de Brujo y la trama secreta de la pequeña y mediana empresa

Que las grandes corporaciones quieren conquistar el mundo, cual Pinky & Cerebro, ya lo sabemos. Cualquiera que haya visto la última de James Bond o una serie astuta de la tele se da cuenta sin ningún esfuerzo. El problema es que han sido tan sigilosos, tan astutos y tan efectivos en su hacer, que han logrado tenernos engañados durante años mientras fijaban sus posiciones.

Consiguieron distraer a los ecologistas mandando a los japoneses a matar ballenas y a los canadienses a despellejar focas, mientras escondían al mundo los prototipos del coche que funciona con moco, el que funciona a base de restos de comida casera y otro más que anda con pilas doble a, no con el pretendido motivo de ganar montañas de dinero con el comercio de petróleo, sino para que los ecologistas tengan de qué quejarse y no descubran la verdad.

A los activistas por los derechos humanos los mantuvieron ocupados mandando a las empresas farmacéuticas a hacer ensayos clínicos peligrosos en áfrica, poniendo a trabajar a los niños chinos en sótanos sin aire y a los pequeños hijos pobres de las democracias occidentales y cristianas a limpiar cristales de coches propulsados por combustibles fósiles durante los semáforos en rojo. Sobre esta última actividad el Sindicato Mundial de Payasos lanzó una ofensiva a escala global, apostando agentes que hacen malabares y escupen fuego, con el propósito secreto de expulsar sin lucha a los limpiavidrios, mientras los conductores, extasiados, aplaudían sus gracias.

A los hombres comunes les desviaron la capacidad de indignarse mediante un subterfugio muy simple: primero los convencieron de lo machos que eran, inventando el picante y las postales de mujeres desnudas. Después crearon los deportes de equipo, y colocaron árbitros comprados con dinero manchado de sangre para que sancionaran penales inexistentes. Cuando los hombres amenazaron con perder el interés por el fútbol y asomarse a la política, inventaron a Ronald Reagan y transformaron los mundiales en el acontecimiento mediático más importante del mundo. Y por si esto no llegara a ser suficiente, inventaron el bikini y la cerveza en lata.

Con las feministas se encontraron un problema, así que acuñaron el término Ama de Casa y se dedicaron a prohibir ascender a las mujeres en la escala jerárquica y a financiar anuncios televisivos de amas de casa preparando milanesas poco aceitosas, mientras volvían a operar en áfrica lapidando a las adúlteras y practicando la ablación en el seno de determinados grupos étnicos. También inventaron el plástico de color rosa, la muñeca Barbie y las cocinitas de juguete, con el objetivo oscuro y cruel de limitar la generación espontánea de activistas de esta clase, haciéndolas machistas desde chiquititas, y convenciéndolas de que lo mejor que pueden hacer es llevarle una cerveza en lata a un hombre común mientras ve fútbol en la tele.

Cuando aparecieron los jipis se asustaron de verdad. El Flower Power era realmente peligroso para sus propósitos, pero rápidamente se dieron cuenta de que prohibir los porros y subir el impuesto de bienes inmuebles era suficiente para mantenerlos ocupados protestando en los ratos en que no estaban drogados, y además se fueron a vivir en autocaravanas fuera de la ciudad. Un verdadero golpe maestro. Por las dudas mandaron a Giorgio Armani a fabricar trajes caros, y a David Beckham lo transformaron en metrosexual y modelo a seguir, no sea cosa que aparezcan muchos colgados.

Los intelectuales de izquierda rozaron la verdad. Entonces las grandes corporaciones, una vez más, demostraron lo profundo de la inteligencia que está detrás de toda la conspiración. Primero inventaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Cuando el subidón por el polo rojo del mundo bajaba, permitieron la Revolución Cubana, y así mantuvieron a los intelectuales de izquierda extasiados durante toda la década de los sesenta. Después se pulieron al Che Guevara y lo transformaron en objeto de adoración imprimiendo millones de camisetas. Cuando el Che empezaba a perder fuerza como símbolo, inventaron las chaquetas de pana con rodilleras en los codos y convencieron a Benicio del Toro para que haga una película. Ahora el Che es ícono del FMI, pero los intelectuales de izquierda siguen entretenidos debatiendo si Gran Hermano es un experimento sociológico o simple basura televisiva, y comprando chaquetas de pana para pegarles rodilleras en los codos.

A principios de los noventa, cuando todos los argumentos empezaban a perder fuerza a la vez, decidieron que no podían permitir que la gente adivinase el propósito final de tan cuidada conspiración, así que popularizaron internet, crearon la serie F.R.I.E.N.D.S., inventaron los mails en cadena que denunciaban que si una rubia muy buena era facilona en una disco te despertarías en una bañera con hielo para darte cuenta de que te habían robado los riñones, y muchos más horrores semejantes, y más tarde popularizaron las redes sociales y crearon millones de archivos Power Point con fotos de gatitos y atardeceres o consignas indignantes que pedían por favor su distribución debido a lo importante de su denuncia. A esta iniciativa debemos también el eMule, los MP3 y la masificación de las cadenas de hamburguesas.

Pero todos estos terribles hechos, y otros que no me atrevo a narrar porque aprecio demasiado mi vida, no son en realidad más que una pantalla para ocultar la verdadera ofensiva del poder oculto tras el dinero. Una infinita red de pequeñas y medianas empresas de diversos rubros, entre los que destaca por su número el de la alimentación congelada y / o envasada, pero también incluye a los fabricantes de juguetes, a los de cosmética para bebés y a los productores de pilas, llevan quince años minando la moral de la población mediante una artimaña que no por sencilla es menos diabólica: el sistema abre-fácil. Se dedicaron a poner una etiquetita que dice Apertura fácil! Abrir aquí en toda una extensa gama de productos de primera necesidad, diseñando específicamente los sistemas para que la apertura no solamente sea casi imposible, sino que además provoque sorprendentes efectos secundarios como dolor agudo en los dedos índice y pulgar, violentos estados de ánimo producto del repentino cambio de humor, estreñimiento crónico alternado con accesos de diarrea, y molestias en los ojos producto de diminutas esquirlas de plástico, casi microscópicas, que saltan al intentar abrir los envases, invadiendo nuestras glándulas lacrimales. El propósito final es terrible: mientras centramos la atención en las grandes corporaciones, pensando que la culpa de todo la tienen Microsoft y Coca-Cola, las pequeñas y medianas empresas nos inundan de productos imposibles de abrir, manteniendo así bajas la moral y la autoestima de la población mundial, e impidiendo la rebelión por simple cansancio y desánimo, mientras el paquete de jamón de york, muerto de risa, encierra el secreto más oscuro y cruel: las grandes corporaciones, núcleo y origen de todos los males de este mundo, nos han vencido, dominado y conquistado sigilosamente, por la puerta de atrás.